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Mi mente se encogió ante la amenaza que se cernía sobre nosotros, como hacen los niños ante la creencia en la muerte y la desgracia, aferrándose vanamente a la fantasía de que los grandes desastres sólo les ocurren a otras personas.
Mi mente se encogió ante la amenaza que se cernía sobre nosotros, como hacen los niños ante la creencia en la muerte y la desgracia, aferrándose vanamente a la fantasía de que los grandes desastres sólo les ocurren a otras personas.