Como todo hombre que aparece en una época histórica y se hace célebre por sus obras, Jesucristo tiene una historia, una historia que la Iglesia y el mundo poseen y que, rodeada de innumerables recuerdos, tiene por lo menos la misma autenticidad que cualquier otra historia formada en los mismos países, en medio de los mismos pueblos y en los mismos tiempos. Así como, si quisiera estudiar la vida de Bruto y de Casio, debería abrir tranquilamente Plutarch, abro el Evangelio para estudiar a Jesucristo, y lo hago con la misma compostura.