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  • No es poca cosa, señores, obligar a un hombre a decir lo que es, o lo que cree ser; porque esa palabra suprema del hombre, esa única expresión que pronuncia de sí mismo y sobre sí mismo es decisiva. Establece la base sobre la que debe formarse todo juicio sobre él. A partir de ese momento, todos los actos de su vida deben corresponder a la respuesta dada por él.