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  • Es muy evidente que, por muy natural que sea para nosotros sentir pena por la muerte de nuestros parientes, esa pena es un error y un mal, y debemos superarla. No hay necesidad de afligirse por ellos, porque han pasado a una vida mucho más amplia y feliz. Si nos afligimos por nuestra supuesta separación de ellos, en primer lugar estamos llorando por una ilusión, porque en verdad no están separados de nosotros; y en segundo lugar, estamos actuando egoístamente, porque estamos pensando más en nuestra propia pérdida aparente que en su gran y verdadera ganancia.