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Un alborotador con un cóctel molotov en las manos no lucha por los derechos civiles, como tampoco lo hace un miembro del Ku Klux Klan con una sábana a la espalda y una máscara en la cara. Ambos son más o menos lo que la ley declara: infractores de la ley, destructores de los derechos y libertades constitucionales y, en última instancia, destructores de una América libre.