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Es inútil poner coto al vano zopenco que ha contraído la manía de garabatear, ya sea prosa o poesía, canzonetas o críticas; dejad que siga así hasta que la enfermedad se agote por sí misma. La oposición, como el agua arrojada sobre el aceite ardiente, no hace sino aumentar el mal, porque una persona de juicio débil rara vez atiende a razones, sino que se obstina bajo la reprensión.