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Nuestros jueces nos informan de que en ningún momento nos encontramos en una posición tan elevada en nuestro estado real como en el tiempo del Parlamento, en el que nosotros como cabeza y vosotros como miembros estamos unidos y entretejidos en un cuerpo político, de modo que cualquier ofensa o injuria (durante ese tiempo) que se ofrezca al miembro más insignificante de la Cámara se juzgará como hecha contra nuestra persona y contra todo el Tribunal del Parlamento.