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  • La experiencia, sin embargo, demuestra que ni un Estado ni un banco han tenido nunca [sic] el poder irrestricto de emitir papel moneda sin abusar de ese poder; en todos los Estados, por lo tanto, la emisión de papel moneda debe estar bajo algún control; y ninguno parece tan adecuado para ese propósito como el de someter a los emisores de papel moneda a la obligación de pagar sus billetes en moneda de oro o en lingotes.