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En mi trato con mi hijo, mi latín y mi griego, mis logros y mi dinero no me ayudan en nada; pero tanta alma como tengo me sirve. Si soy voluntarioso, pone su voluntad contra la mía, una por una, y me deja, si me place, la degradación de vencerle por mi superioridad de fuerza. Pero si renuncio a mi voluntad, y obro por el alma, erigiéndola en árbitro entre nosotros dos, de sus jóvenes ojos sale la misma alma; él reverencia y ama conmigo.