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Que el realista no se preocupe por las apariencias. Que delegue en otros las costosas cortesías y decoraciones de la vida social. Las virtudes son economistas, pero algunos de los vicios también lo son. Así, junto a la humildad, he observado que el orgullo es un marido bastante bueno. Un buen orgullo vale, según mis cálculos, entre quinientos y mil quinientos al año.