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[Los universitarios] odiaban la hipocresía de la sociedad adulta, la rigidez de sus instituciones políticas, la impersonalidad de sus burocracias. Pretendían crear una sociedad que antepusiera los valores humanos a los materialistas, que tuviera un poco menos de cabeza y un poco más de corazón, que se dejara dominar por el interés propio y amara más al prójimo. Y estaban convencidos de que la protesta grupal de carácter militante haría avanzar esos objetivos.