Todos los pueblos de todas las naciones que habían luchado en la Primera Guerra Mundial guardaron silencio durante el undécimo minuto de la undécima hora del Día del Armisticio, que era el undécimo día del undécimo mes. Fue durante ese minuto de mil novecientos dieciocho cuando millones y millones de seres humanos dejaron de masacrarse unos a otros. He hablado con ancianos que estuvieron en los campos de batalla durante ese minuto. Me han dicho de una manera u otra que el repentino silencio fue la Voz de Dios. Así que todavía tenemos entre nosotros algunos hombres que pueden recordar cuando Dios habló claramente a la humanidad.