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Hay momentos en los que podemos sentir que el destino se cierra a nuestro alrededor como un puño alrededor del pomo de una puerta. Claro que podemos resistirnos. Pero un pomo que no gira, una puerta que se atasca y nunca se mueve, es una molestia para los dioses. Los dioses pueden dar una patada en la jamba. Peor aún, puede que se marchen disgustados, dejándonos colgando mudos de nuestros herméticos goznes, privados de cualquier otra oportunidad en la vida de abrirnos a un riesgo innecesario y, por tanto, al encanto.