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El presidente se encuentra entre los espejos gemelos del pasado y el futuro, lo que hace que su ser se refleje infinitas veces. Al principio, esto puede ser muy desorientador. Pero induce al presidente a moverse con rapidez. Puede, por ejemplo, imitar una ola con los brazos para ver cómo sus acciones se extienden a través de este reflejo del tiempo, observando si la figura del final actúa en el mismo instante que la figura que le precede, y así sucesivamente.