La verdad es que nadie sabe lo que es ser presidente. Ni yo, ni ningún presidente venidero. Esto se debe a que la vida, afortunadamente, ofrece dilemas más profundos. Mientras ocupaba el cargo, a menudo me despertaba aturdido, preguntándome cómo podía mover los dedos de los pies sin siquiera pensarlo, o por qué el vello crece sólo en ciertos lugares y no en todo nuestro cuerpo, o por qué no somos completamente calvos, o por qué debemos cerrar los ojos y dormir cada noche, o cualquiera de los millones de particularidades de la existencia diaria, por no hablar de que fui elegido líder de toda una nación.