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La oración misma, nacida en las familias católicas, alimentada por los programas de formación cristiana, fortalecida por la gracia de los sacramentos, es el primer medio por el que llegamos a conocer la voluntad del Señor para nuestras vidas. En la medida en que enseñemos a los jóvenes a rezar, y a rezar bien, estaremos cooperando con la llamada de Dios. Programas, planes y proyectos tienen su lugar; pero el discernimiento de una vocación es, sobre todo, fruto de un diálogo íntimo entre el Señor y sus discípulos. A los jóvenes, si saben rezar, se les puede confiar que sabrán qué hacer con la llamada de Dios.