-
Después de uno o dos años de agachar la cabeza e intentar hacerme pasar por una persona normal, entré en contacto con otras cinco personas de mi universidad que estaban interesadas en la escritura.
A través de ellas, y de algunos de mis profesores, descubrí que había todo un País de las Maravillas subterráneo de la escritura canadiense que se desarrollaba justo fuera del alcance del oído y de la vista general.