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  • No cabe duda de que el hombre no está hecho para ser un animal carnívoro. ¡Qué dulce, agradable e inocente es el espectáculo de una mesa servida así, y qué diferencia con una composición de humeante carne animal, sacrificada y muerta! El hombre no tiene en modo alguno la constitución de un ser carnívoro. La caza y la voracidad son antinaturales para él. El hombre no tiene ni dientes afilados ni garras para matar a su presa. Por el contrario, sus manos están hechas para recoger frutas, bayas y verduras, y sus dientes para masticarlas.

    "Humanimal". Book by Vergil Z. Ozeca, p. 171, 2010.