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No vale la pena dejar que nuestras imperfecciones nos perturben siempre. La conciencia no monopoliza ni debe monopolizar toda nuestra vida, como tampoco lo hacen el corazón o la cabeza. Es tan susceptible de enfermar como cualquier otra parte.
No vale la pena dejar que nuestras imperfecciones nos perturben siempre. La conciencia no monopoliza ni debe monopolizar toda nuestra vida, como tampoco lo hacen el corazón o la cabeza. Es tan susceptible de enfermar como cualquier otra parte.