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Algunos crímenes obtienen honor y renombre por ser cometidos con más pompa, por un mayor número y en un grado de maldad más alto que otros. De ahí que los robos públicos, los saqueos y las expoliaciones hayan sido considerados como excelencias y nobles logros, y que la toma de países enteros, por injusta y bárbara que sea, sea dignificada con el glorioso nombre de conquista.