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Se supone que la humanidad evolucionó en las copas de los árboles. Pero he examinado mi sentido del equilibrio, la prehensilidad de mis diversos apéndices y mi actitud hacia cualquier cosa más elevada
que, digamos, los principios políticos, y he llegado a la conclusión de que, personalmente, evolucioné en el asiento trasero de un coche.