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Además, la sensación de seguridad que ofrece el agua embotellada es un espejismo. Resulta que respirar, y no beber, constituye nuestra principal vía de exposición a los contaminantes volátiles del agua del grifo, como disolventes, pesticidas y subproductos de la cloración del agua. En cuanto se tira de la cadena o se abre el grifo -o la bañera, la ducha, el humidificador, la lavadora-, estos contaminantes abandonan el agua y pasan al aire. Un estudio reciente demuestra que la forma más eficaz de exponerse a los contaminantes químicos del agua del grifo es encender el lavavajillas.