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Junto con la posibilidad de la extinción de la humanidad por la guerra nuclear, el problema central de nuestra era se ha convertido, por tanto, en la contaminación del entorno total del hombre con tales sustancias de increíble potencial dañino, sustancias que se acumulan en los tejidos de plantas y animales e incluso penetran en las células germinales para destrozar o alterar el material mismo de la herencia del que depende la forma del futuro.