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Es en el nombre de Jesús, convertido él mismo en Dios, que el fanatismo condenó ignominiosamente a la hoguera a hombres como Giodano Bruno, Vanini, Étienne Dolet, Juan Huss, Savanarola y otras numerosas víctimas heroicas; que la Inquisición ordenó a Galileo desmentir su conciencia; que miles y miles de desgraciados acusados de brujería fueron quemados vivos en ceremonias populares; fue con la bendición expresa del Papa Gregorio XIII que la carnicería de San Bartolomé empapó París de sangre.