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  • Como institución moral y social, el descanso semanal tiene un valor incalculable. Es una tranquila reunión doméstica para los bulliciosos hijos del trabajo. Asegura las vacaciones necesarias en esas ansiedades y afectos terrenales y turbulentos, que de otro modo se volverían desmesurados y mórbidos. Trae consigo una estación de limpieza y decencia periódicas, cuando la tierra del trabajo semanal se deja a un lado, y los hombres se encuentran entre sí en medio de la decencia del santuario, y renuevan sus afectos sociales. Pero, sobre todo, el sábado (un día de descanso de cada siete) es necesario para los intereses morales y religiosos del hombre.