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Temeroso de quedar atrapado en una red de palabras, de tropezar, de quedar desconcertado y, por tanto, derrotado -dejado de lado-, el hombre vacila a la hora de escribir sus convicciones más íntimas.
Temeroso de quedar atrapado en una red de palabras, de tropezar, de quedar desconcertado y, por tanto, derrotado -dejado de lado-, el hombre vacila a la hora de escribir sus convicciones más íntimas.