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Las tareas domésticas no son bellas; no alegran ni elevan ni al marido, ni a la mujer, ni al hijo; ni al anfitrión ni al huésped; oprimen a las mujeres. Una casa mantenida hasta el extremo de la prudencia es laboriosa sin alegría; una casa mantenida hasta el extremo de la ostentación es imposible para todas, excepto para unas pocas mujeres, y su éxito se compra caro.