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Cualquiera puede comprarse un coche o una noche en la ciudad. La mayoría desgranamos nuestros días como si fueran cacahuetes. Uno entre mil puede mirar el mundo con asombro. No me refiero a mirar embobado el edificio Chrysler. Hablo del ala de una libélula. El cuento del limpiabotas. Caminando a través de una hora inmaculada con un corazón inmaculado