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Es hora de que reconozcamos que el Tribunal Supremo no es el ser supremo, y cambiemos la política para ser pro-vida y proteger a los niños en lugar de arrancarles partes de su cuerpo y venderlas como si fueran piezas de un Buick.
Es hora de que reconozcamos que el Tribunal Supremo no es el ser supremo, y cambiemos la política para ser pro-vida y proteger a los niños en lugar de arrancarles partes de su cuerpo y venderlas como si fueran piezas de un Buick.