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Pasaron horas y horas, sin otra cosa que hacer que mantener la brújula en su rumbo y el avión en una quilla nivelada. Esto parece bastante fácil, pero su misma simplicidad se convierte en un peligro cuando tu cabeza no deja de cabecear de cansancio y aburrimiento absoluto y tus ojos tratan eternamente de cerrar el paso a las confusas filas de cifras que tienes delante y que insistirán en mezclarse unas con otras.