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Cada vez que pecamos de pensamiento, palabra u obra, estamos diciendo en ese momento: "No te necesito, Dios. No te quiero Dios. Me gusta más mi camino que el tuyo".
Cada vez que pecamos de pensamiento, palabra u obra, estamos diciendo en ese momento: "No te necesito, Dios. No te quiero Dios. Me gusta más mi camino que el tuyo".