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  • ¿Así que te fallan las fuerzas? ¿Por qué no se lo cuentas a tu madre? ... ¡Madre! Llámala con voz fuerte. Ella te escucha; te ve en peligro, tal vez, y ella -tu santa madre María- te ofrece, junto con la gracia de su hijo, el refugio de sus brazos, la ternura de su abrazo... y te encontrarás con fuerzas añadidas para la nueva batalla.