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Generalmente estaba ocupado desde las 7 de la mañana hasta medianoche. Nunca tenía tiempo para sentarme a pensar. A medida que trabajaba, la fatiga física y mental se apoderaba de mí y era incapaz de funcionar al máximo de mi capacidad intelectual. Pero en una celda individual de la cárcel, tenía tiempo para pensar. Tenía una visión clara de mi pasado y mi presente, y descubrí que mi pasado dejaba mucho que desear, tanto en lo que se refiere a mis relaciones con otros seres humanos como en el desarrollo de mi valía personal.