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Siempre he tenido un superego muy desarrollado. También tenía un id muy poderoso, pero no había un ego en medio. Así que escribir siempre fue como cartas enviadas desde el id al superego, diciendo: "¿Qué está pasando aquí?". Lo que me encantaba de escribir era que me sentía totalmente ingrávido. Me asombraba el hecho de poder ser yo misma sin tener miedo de que nadie saliera herido.