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En la sociedad liberal afirmamos que la libertad de expresión es sagrada y, por tanto, tiene carácter absoluto. Pero sabemos (o deberíamos saber) que la "libertad de expresión" habita un espacio estructurado: no sólo la "incitación al odio" está legalmente prohibida en las sociedades liberales, sino que también existen leyes que protegen la circulación de material protegido por derechos de autor y la reproducción de marcas y patentes sin permiso explícito.