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  • No apuntes al éxito: cuanto más lo apuntes y lo conviertas en un objetivo, más vas a fallar. Porque el éxito, al igual que la felicidad, no puede perseguirse, sino que debe sobrevenir, y sólo lo hace como efecto secundario involuntario de la dedicación personal a una causa mayor que uno mismo o como subproducto de la entrega a una persona distinta de uno mismo. La felicidad debe suceder, y lo mismo vale para el éxito: hay que dejar que suceda sin preocuparse por ello. Quiero que escuches lo que te ordena tu conciencia y lo lleves a cabo lo mejor que sepas. Entonces vivirás para ver que a la larga -a la larga, digo- el éxito te seguirá precisamente porque te habías olvidado de pensar en él.

    Robin Sharma (2003). “The Monk Who Sold His Ferrari: A Fable About Fulfilling Your Dreams & Reaching Your Destiny”, p.49, Jaico Publishing House