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Un velo de suave niebla opaca oscurecía, pero no ocultaba, todos los objetos, dándoles un tono lila, pues el sol aún no se había puesto del todo; un petirrojo cantaba... Las hojas estaban más hermosas que nunca; el primer toque de escarcha las derribaría al suelo. Ya una o dos flotaban constantemente hacia abajo, ámbar y doradas bajo los rayos del sol.