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Todas las verdades son erróneas. Esta es la esencia misma del proceso dialéctico: las verdades de hoy se convierten en errores mañana; no hay un número final. Esta verdad (la única) es sólo para los fuertes. Las mentes débiles insisten en un universo finito, en un último número; necesitan, en palabras de Nietzsche, "las muletas de la certeza". Los débiles nerviosos carecen de la fuerza necesaria para incluirse en el silogismo dialéctico.