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La ley que ninguna pasión puede perturbar. Está vacía de deseo y miedo, lujuria e ira. Es mens sine affectu, razón escrita, que conserva algo de la perfección divina. No ordena lo que agrada al hombre débil y frágil, sino que, sin acepción de personas, manda el bien y castiga el mal en todos, sean ricos o pobres, altos o bajos.