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Los hombres están ansiosos por mejorar sus circunstancias, pero no están dispuestos a mejorarse a sí mismos; por lo tanto, permanecen atados. El hombre que no retrocede ante la auto-crucifixión nunca puede dejar de lograr el objeto en el que su corazón está puesto. Esto vale tanto para las cosas terrenas como para las celestiales. Incluso el hombre cuyo objeto es adquirir riquezas debe estar preparado para hacer grandes sacrificios personales antes de poder lograr su objeto; y cuánto más aquél que quiere realizar una vida fuerte y bien dispuesta.