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Un mundo nuevo no se hace simplemente tratando de olvidar el viejo. Un mundo nuevo se hace con un espíritu nuevo, con valores nuevos. Puede que nuestro mundo empezara así, pero hoy es una caricatura. Nuestro mundo es un mundo de cosas. Lo que más tememos, ante la inminente debacle, es que nos veamos obligados a renunciar a nuestros artilugios, a nuestros gadgets, a todas las pequeñas comodidades que nos han hecho sentir tan incómodos. No somos almas pacíficas; somos engreídos, tímidos, mareados y temblorosos.