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Cualquier cosa bella deriva su belleza de sí misma y no pide nada más allá de sí misma. El elogio no forma parte de ello, pues nada se empeora o mejora con el elogio.
Cualquier cosa bella deriva su belleza de sí misma y no pide nada más allá de sí misma. El elogio no forma parte de ello, pues nada se empeora o mejora con el elogio.