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El arco de la ira de Dios está tensado, y sus flechas preparadas en la cuerda. La justicia apunta la flecha a tu corazón y tensa el arco. No es sino el mero placer de Dios (y el de un Dios airado sin promesa ni obligación alguna) lo que impide que la flecha se emborrache un momento con tu sangre.