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  • Pronto aprendí que había dos naturalezas en mí. Esto me causó muchos problemas, hasta que elaboré una filosofía de vida y llegué a un compromiso entre la carne y el espíritu. Un predominio demasiado grande de cualquiera de las dos era anormal, y como la normalidad es casi un fetiche para mí, finalmente logré equilibrar ambas naturalezas. De ordinario están en equilibrio; sin embargo, con la misma frecuencia con que se permite que una se desboque, también lo hace la otra. Tengo poca consideración por un completo bruto o por un completo santo.