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No siempre puedo simpatizar con esa demanda que oímos con tanta frecuencia de cosas baratas. Las cosas pueden ser demasiado baratas. Son demasiado baratas cuando el hombre o la mujer que las produce en la granja o el hombre o la mujer que las produce en la fábrica no obtiene de ellas salarios dignos con un margen para la vejez y para una dote para los incidentes que vendrán después. Compadezco al hombre que quiere un abrigo tan barato que el hombre o la mujer que produce la tela o le da forma de prenda se muera de hambre en el proceso.