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El amor es el alma del mundo, aunque su cuerpo sangra, y debemos aprender a sangrar con él. El amor es también la semilla y la leche y el fruto del mundo, aunque podamos participar de él con codicia o reverencia. Nacemos, comemos, aprendemos y morimos. Dejamos un rastro de mensajes en la vida de los demás, un pequeño movimiento del suelo, una piedra que se mueve de aquí para allá, una palabra que se pronuncia, una canción, un poema que se deja atrás. Yo estuve aquí, declara cada uno de ellos. Yo estuve aquí.