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Si aceptamos que todos estamos cortados por el mismo patrón genético, todas las culturas comparten el mismo genio. Y si ese genio se dedica a la magia tecnológica, que ha sido nuestro gran logro, o, por el contrario, se dedica a desentrañar los complejos hilos de la memoria inherentes a un mito, es simplemente una cuestión de elección.