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¡Qué dulce y tranquilizadora es esta hora de calma! Te doy gracias, noche, porque has ahuyentado estos horribles espíritus que, en medio de la muchedumbre, no podía disipar; y con la bendición de tu benigna y tranquila influencia me voy ahora a mi lecho, aunque descansar es casi un agravio en una noche como ésta.