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Por primera vez en la historia, lo racional y lo bueno están plenamente armados en la batalla contra el mal. Aquí encontramos por fin la respuesta a nuestra paradoja; ahora podemos comprender la naturaleza del poder social que detenta el mal. En última instancia, el mal, lo irracional, realmente no tiene poder. El control de los hombres malvados sobre la moral es transitorio; vive de prestado y sólo es posible gracias a los errores de los buenos. Con el tiempo, a medida que más hombres honestos comprendan la verdad, el dominio del mal se romperá fácilmente.