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Al impedir el libre mercado de la educación, un puñado de ingenieros sociales -respaldados por las industrias que se benefician de la escolarización obligatoria: escuelas de magisterio, editoriales de libros de texto, proveedores de materiales, etc.- se han asegurado de que la mayoría de nuestros hijos no reciban una educación, aunque estén bien escolarizados.